Pies a tierra compadre.

DE HERWIN CORZO LAVERDE |



La tarea del intelectual o del académico no está lejos de la del panadero o la del mecánico, incluso no es sacado de los cabellos decir que el oficio de los últimos es mucho más provechoso que el de los primeros.

La labor de la universidad, muchas veces confundida con la salvadora de la sociedad, se encuentra en un nivel de similar importancia respecto a algunos templos de la cultura popular como cantinas o centros comerciales; una de las diferencias entre los lugares de la academia y del vulgo es la calidad de sujetos que se  producen: por un lado unos magníficos, bohemios, sabios a la fuerza, los intelectuales; y por el otro unos simplemente ordinarios, destructores de hogares, aparentadores de todo. O al menos así se ven desde el otro lado unos a otros.

Creo que el ego supremo del intelectual, que sube un tanto con cada página que lee (o con cada película a blanco y negro que ve), y que sube un mucho con cada cuentico que termina, afecta el núcleo de valores de una sociedad, y, con más precisión, la figura ideal a partir de la cual los sujetos se moldean: configurarse de manera que se logre ser una persona elevada, que pueda responder a cada pregunta con argumentos tan extraños, dichos con palabras tan raras, y en un tono tan circunspecto que tienen que ser verdad, es un problema, en especial porque cualquier proyecto político serio necesita más de un referente moral que de un referente aparentemente neutro, pero que goza de respeto porque dice todo tan lindo, y sus gafas brillan tanto, que decir lo contrario sería contrariar la palabra de Dios. Si lo que piensan cuando leen esto es que quiero decir que el papa es políticamente más importante que muchos académicos de universidad, sí, me entienden bien.

Este problema se extiende a muchos ámbitos, desde luego que la figura del rico que lo puede todo, o del relativista que no atiende parámetros morales, son problemáticas, pero ya habrá tiempo de centrar esas críticas, de lo que se trata ahora es de llamar al orden a la academia; influenciar “positivamente” un conglomerado es posible desde una posición de “autopuesta en superioridad”, claro, pero debemos preguntarnos ¿es deseable? ¿Queremos crear mundos aparte de personas que piensan por otras porque consideran que estas no tienen lo que se requiere, los libros leídos o los diplomas conseguidos? Creo sinceramente que esta tendencia a la sacralización de las gafas no nos aporta más que personas a las cuales de vez en cuando el noticiero de las siete de la noche entreviste.

La invitación es a tocar tierra, a sentirla con los pies y a untarse las manos de ella de la misma manera que todos los demás, y espero no ser malinterpretado, no se trata de hacer lo mismo que todos porque todos lo hacen, es más cuestión de hacer lo mismo que todos porque, seamos sinceros, la mayoría lo hemos querido.

Pdt 1: Como referencia uso un pasaje de se busca una mujer de Charles Bokowski en el que en medio de una conversación imaginaria con Hemingway se llega a la conclusión de que los intelectuales son una mezcla entre un cobarde y un desesperado.

Pdt 2: Claro, usé como referencia un libro, por lo que tengo que equilibrar las cargas un poco, entonces remito a la letra del poco querido Arjona cuando dice que: “duele verte con un tipo al que le faltan las ideas y le sobran argumentos”, no hace falta decir quién es ese tipo.

Pdt3: “(…) al más bragado se le hiela el culo coronando a una puta de la belleza sin saber por dónde le va a tronar la muerte”.
Pies a tierra compadre. Pies a tierra compadre. Reviewed by Unknown on lunes, noviembre 20, 2017 Rating: 5

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