No es un titular de prensa…

DE ANDRÉS CAICEDO |

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Lo más natural de una columna en un periódico o una revista, es escribir sobre temas políticos, problemas sociales o cualquier asunto actual. El último escándalo de la farándula corrupta, del precario sistema de cualquier institución del Estado, de cifras, estadísticas y el futuro del país, a veces una intermitente revolucionaria noticia sobre alguna injusticia, o un ocasional asesinato, digo, cuando las desgracias cubren nuestra atmosfera.

Son realidades, son verdades, son debates, son cotidianas palabras que alejan y engañan nuestras vidas, porque lo cotidiano es el verbo y nunca el “Jeanette, mon chocolat”. Porque escribir sobre el aire de la mañana, la ansiedad en el automóvil, el celo a mi compañero, la ocasional desgracia del trabajo en equipo, la lluvia, el sol, los miércoles y de lo agradable que es mi almohada, no le interesa a nadie, pero nos toca a todos.

Es justo dedicarle vida y letras a la simplicidad de nuestro universo, que abarca los temas más difíciles. No digo que utilizare esta columna para evadir los típicos temas de un columnista, digo que también trataré de escudriñar lo atípico de un hombre –sensible- columnista y la vida que ataca su cotidiana realidad, ajena a las etiquetas de los noticieros.

No somos hombres propietarios de todas las respuestas, quizá en ocasiones, con una falsa sinceridad intelectual acertamos ante una inquietud. Así comprendemos nuestro mundo, con aciertos y desaciertos, por cuestión del azar, del ánimo pasajero, quizá problemas entre pensamientos populares, de aquellas noticias, de la vida ajena, hasta empoderarnos del mundo menos de nuestra vida, en nuestra soledad.

Entonces leer a un columnista debería ser leer la soledad de un mundo que autoritariamente decido atender o no, observarme y gritar en el tormento del silencio que soy más que un titular y que puedo pensar en mí. Con la única intención de aprovechar esta ilusión para luego dar razón al pensamiento de saber que ‘nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua’ como Borges lo diría.