Los Viajes del Viento: conocer culturas a través del cine
DE LUIS FERNANDO GUERRA RODRIGUEZ |
Afueras de Majagual (Foto: María Mercedes Mora) | |
Hace
más de 5 años, mi padre, nacido en Valledupar al igual que yo, me presentó una
película que quizás para el joven de esa época no significó nada pero que hoy,
después de conocer un poco más sobre lenguaje cinematográfico e historia, es
una pieza imprescindible en los archivos de mi vida. Nunca se me olvidará la
respuesta que me dio cuando le hice la típica pregunta sobre el tema de lo que
íbamos a ver. Dijo: “La película trata sobre nosotros” y procedió a ponerla,
sin imaginar que algún día esa anécdota llegaría a oídos de su creador, que al
conocerla expresó que historias como esa son mejor que cualquier nominación al
premios Oscar o reconocimiento. Un artista en todo el sentido de la palabra.
Ahora,
la expresión artística autóctona busca a través de su lenguaje particular
representar el contexto de una época o cultura, Ciro Guerra, con su obra
titulada Los Viajes del Viento (2009), logró como nadie, mostrarnos aquellos
caracteres que forjaron la idiosincrasia de la Costa Caribe colombiana,
específicamente la zona del viejo magdalena grande (Cesar, Guajira), y parte
del sector sabanero (Sucre).
Con
el pretexto de una travesía del protagonista (Marciano Martínez) que se dirige
a la alta Guajira para hacer entrega de un acordeón al que alguna vez fuera su
maestro, el director, con una exhibición grafica abrumadora, nos muestra el
imponente paisaje de la región, íntimamente ligado con el modo de vida de sus
habitantes. Así, se puede observar desde los inagotables potreros de Majagual y
la vasta sabana, región dedicada a la ganadería desde la cual parte el juglar,
pasando por los pueblos asociados con el Río Magdalena, en los cuales la pesca
de forma artesanal es el pan de cada día, el ambiente místico de la Sierra
Nevada de Santa Marta, hasta el territorio del Cesar, especializado en el
cultivo de maíz y algodón, para finalmente llegar a la árida guajira en la cual
ya asomaba el fenómeno de la bonanza marimbera, germen de la violencia y la
extravagancia criminal que aún aqueja a la zona, y sirvió de inspiración para
los grandes carteles de la droga en el país.
Además
de mostrarnos el aspecto geográfico y económico de la época de finales de los
60, el film se encarga de exponer la amplia gama cultural de lo caribe, y más
allá de eso, su origen, que no es otra cosa que la concurrencia de caracteres
ajenos -Europeos, africanos, indígenas, Sirio-libaneses, turcos y otros
integrantes del otrora imperio Otomano que venían huyendo de la segunda guerra
mundial, etc.- en un territorio amable que los recibió y los unió, incluso de
forma literal a través del eje de la música vallenata, en la medida que cada
quién aportó de manera significativa en una de las máximas producciones
cultural del territorio; el acordeón, de origen alemán; el tambor o caja que
usaban los africanos traídos como esclavos a Latinoamérica; la guacharaca,
proveniente de las comunidades de la Sierra Nevada de Santa Marta y finalmente
el canto de los juglares colombianos, que en su génesis eran trabajadores
agrarios que cantaban versos para amenizar los largos jornales en las fincas y
fueron puliendo su arte hasta regalarnos la más excelsa y rustica poesía,
musicalizada inicialmente por 3 instrumentos en 4 aires (Puya, son, paseo y
merengue), que aún se preserva por eventos como el Festival de la Leyenda
Vallenata que se realiza en Valledupar.
Dicho
evento, antes de convertirse en la excusa de pavoneo para las personalidades
del jet set criollo y la desconexión de la gente a través de la ingesta de alcohol
y la ensordecedora música mediocre de estos días, se realizó por primera vez en 1968, época en
la que transcurre la película, tomando como inspiración para su nombre la
famosa leyenda de Francisco el Hombre, que cuentan venció al diablo en un duelo
de acordeón y terminó vuelto un “anciano trotamundos de casi doscientos años
que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por
él mismo” como fantasea Gabo en Cien Años de Soledad.
En
fin, un sinnúmero de expresiones, símbolos, cuentos populares, canciones,
versos, batallas, muerte, cosmovisiones, lenguas, tradiciones, que constituyen
la compleja realidad de la Costa Caribe, una amplia pluralidad cultural que
converge en la biodiversidad geográfica, y da lugar a la parranda, la piquería,
la necedad, los gaiteros, el tabú de la brujería, las costumbres católicas, las
curaciones indígenas, los machetazos, los bohemios, las promesas, el comprendía
y quedó demostrado con creces en una de
las muestras audiovisuales más impresionantes de la historia del séptimo arte
colombiano, y si me permiten, la mejor, pecando de parcialidad, pero es que,
¿Cómo no ser imparcial cuando hacen una obra sobre ti? .
Los Viajes del Viento: conocer culturas a través del cine
Reviewed by Revista Zahir
on
sábado, noviembre 18, 2017
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