Los amorosos, de Jaime Sabines. 1950.
DE REDACCIÓN ZAHIR |
Ilustración 1“Amor” by Daniel Lobo is licensed under CC BY 2.0 |
|
A propósito de los doce años de publicación del libro del sociólogo polaco, Zygmunt Bauman, recientemente fallecido a principios de este año: Amor Líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Recordamos el poema de Jaime Sabines, Los Amorosos, publicado en 1950 en su poemario Horal. Definir el amor, es tal vez una de las tareas más infructuosas que se pueden emprender, salvo que queramos prolongar una conversación hasta las dos de la madrugada. Podemos acaso solo definir las relaciones entre los vínculos sociales.
Bauman, que comprendía esto, dedicó varias páginas de su ensayo a describir cómo factores aparentemente irrelevantes al estudio emocional, como la política y la economía, tienen una profunda injerencia en lo que denominó La Cultura en la modernidad líquida, noción a la que en 2013 dedicó su propio ensayo. El sociólogo nos obliga a cuestionarnos la facilidad con que nuestros vínculos se parecen cada vez más al éter, donde el amor romántico, se evapora hasta transformarse en lo que es hoy: una tendencia que nunca llega a concretarse. Lo cierto es que hoy parecen ser menos los enamorados, y cada vez más los amorosos, en palabras de Sabines: ‘’Una prórroga perpetua’’. ¿Esto es bueno o es malo? ¿Qué debemos hacer ante esto, si es que algo nos corresponde hacer?. Como le dijo Lévinas a Dussel cuando este le preguntó por la colonización latinoamericana: ‘’Yo no lo sé, en este punto, es una pregunta que ya no me corresponde’’.
Los amorosos
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
El más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
Los amorosos son los que abandonan,
Son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
No encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
Porque están solos, solos, solos,
Entregándose, dándose a cada rato,
Llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
Viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
Siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
No esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
Siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
Los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
También como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
Porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos
Y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
Y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
Sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
Temblorosos, hambrientos,
A cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
De las que aman a perpetuidad, verídicamente,
De las que creen en el amor como en una lámpara de
Inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
A tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor,
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
La muerte les fermenta detrás de los ojos,
Y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
En que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
A mujeres que duermen con la mano en el sexo,
Complacidas,
A arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
Una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
La hermosa vida.
Los amorosos, de Jaime Sabines. 1950.
Reviewed by Revista Zahir
on
sábado, noviembre 18, 2017
Rating: