El Tango: Del Barrio Sur a la Ópera de París.
DE JULIÁN SARMIENTO |
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''Cuando un artista nos hace tocar el fondo del sentimiento, cuando nos conmueve el corazón del corazón que es el de los ensueños de nuestro entendimiento, posee lo más bello del arte: Posee todos sus prestigios.'' Andrés Suárez (recordado por Alejo Carpentier).
Hay quienes creen, Lugones me parece, que el Tango es un pensamiento triste que se baila. Borges disiente de ello, y creo que disiente con razón. ¿Qué es la música? ¿qué es el Tango? ¿un pensamiento, un sentimiento? tal vez ni lo uno ni lo otro, tal vez ambos. La música -quiero decir la música que trasciende-, bien podría ser la autobiografía de quien la compone. Es también, un retrato. La música es los lugares donde se escribe; por ello la música de la tierra propia, cuando se escucha en el exterior, es también la música de la nostalgia.
Pensando en ello, sintiendo ese pensamiento, el Tango son las casas chicas del barrio sur de Buenos Aires, que para Borges y para Piero fueron el Buenos Aires original. Pero es también la manifestación artística involuntaria del patotero, o del ''chico calavera'' (término con el que se designaba por esos años a los jóvenes que dedicaron su vida a demostrar su orgullo mediante el diálogo de la navaja), fue la danza de la así llamada ''mujer de mala vida'', fue los solares de las casas de ''mala muerte'', y fue la música prohibida pero deseada después por los ricos. El Tango es entonces el jazz de Buenos Aires, o el jazz es el Tango de Nueva York. En todo caso, jazz y tango parecen tener algo en común (y aquí reconozco mi profunda ignorancia sobre ambos temas e insto a algún conocedor a complementarme o corregirme): La victoria del oprimido sobre el opresor, quien en últimas no puede evitar dejarse avasallar por la humanidad profunda de aquél que un día creyó inhumano.
Comenzamos a hablar, sin darnos cuenta, de la humanidad del Tango. El Tango es también una historia de la humanidad bonaerense. Primero el gaucho, luego el chico calavera, después los ''niños bien'', luego la Opera de París, y después otra vez Argentina, sólo que ahora sí toda La Argentina. Se trata por lo tanto también, de una crónica de viaje.
El Tango comienza como himno alegre de la rivera del río argentino, se nutre del piano y del violín, ''la guitarra llega tarde o nunca llega'' (Borges), es después de su viaje al Viejo Continente que se vuelve triste. Los primeros tangos son pasión, y no tienen nada de triste contrario a lo que afirman algunos: piénsese por ejemplo en ''Apache Argentino'', o en el ''Choclo'', no hay un ápice de tristeza en sus melodías. Los primeros Tangos, quiero decir, los Tangos del barrio sur de Buenos Aires, se bailaban con cortes. Por lo mismo fueron tan atrevidos, tan prohibidos, y después tan excitantes para toda la clase alta. Tal vez por lo mismo fue tan exitoso en París, no por nada el siguiente éxito en los grandes teatros parisienses fue el son cubano, pero esa es una historia que Carpentier cuenta.
Ya dibujamos grosso modo, que siempre es un modo injusto, el panorama originario del Tango. Te invito querido lector, a que lo completes como tu pensamiento, tu oído, y tu sentimiento te lo indiquen, despidámonos claro está con el inicio de un tango, a cargo del maestro Héctor Marcó.
''Acércate a mí
y oirás mi corazón
contento latircomo un brujo reloj.
La noche es azul,
convida a soñar.
Ya el cielo ha encendido
su faro mejor''.
El Tango: Del Barrio Sur a la Ópera de París.
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sábado, septiembre 23, 2017
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