Carta sobre las verdades. Apología del pensamiento crítico. I Parte.

DE JULIÁN SARMIENTO |

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‘’Era necesario que me empapara de todo el clima político y moral de estas complejas colonias inglesas, donde el periodismo comenzaba a suplantar con éxito a la filosofía y la literatura, debido en principio a que, demasiado atareados a cualquier hora del día, sus habitantes preferían enterarse de las cosas a través de palabras sencillas, claras y sucintas (…) de modo que cada ejemplar de los seminarios que circulaban, eran pasados de mano en mano por una comunidad que ansiaba mantenerse informada, (…) de cuanto suceso político, religioso, intelectual, comercial, o legal pudiese afectarla de cualquier modo’’[1]

–Genoveva reflexionando en 1758, La Tejedora de Coronas, Germán Espinosa.



¿Para qué hablar de la posverdad si en 1758 Genoveva ya había agotado el tema? Bueno, es cierto que la novela data de 1982, pero no por ello el problema deja de ser antiguo. Además, según recuerda Espinosa en el monólogo de Genoveva, por lo menos en ese entonces la gente aún quería mantenerse informada sobre los avances de la intelectualidad. Quizá, el paso a un segundo plano de ese elemento, llevó al decaimiento del pensamiento crítico, padre de una amplia estirpe de cegueras parciales en nuestra actualidad social, y entre ellas, la de la manipulación de lo ‘’real’’. Nunca el mito platónico de la caverna fue tan vigente.
Hablemos, para no caer en el relativismo perpetuo, y para comprender qué es, y qué representa la posverdad en nuestra época, de algunas nociones sobre lo real, y sobre la verdad.

La verdad en el idealismo.
Me parece que es Derrida, quien en su ciclo de seminarios, La Bestia y el Soberano (volumen II) enuncia la negación y el acuerdo imposible que existe respecto del mundo objetivo dentro de la corriente platónica del idealismo. El filósofo recuerda cómo en la era platónica era imposible concebir la existencia de un mundo objetivo, un lugar donde existiera una verdad absoluta, siquiera un mundo absoluto, porque al fin y al cabo cada persona constituía una verdad insular, perfectamente aislada, y por tanto ajena a todas las demás[2].
En lo personal, me parece que esta teoría merece bastante crédito. Basta levantar la mirada a nuestro entorno, puede ser incluso dentro de nuestra misma casa, para comprobar que efectivamente cada quien anda por su lado, dueño de su isla como lo fue el Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Tiene este pensamiento, sin embargo, por lo menos un error: La existencia de la casa. Si el mundo fuera completamente idealista, sería en consecuencia inútil contemplar cualquier capacidad de acción comunicativa, sería, como la fatídica situación que viven los astrónomos de la NASA, enviando ondas radiales al infinito, esperando que algún improbable ser extraterrestre las reciba.
 Debe haber, por lo tanto, al menos un espacio donde coexistan esas verdades subjetivas aisladas, y si existe, hay a su vez la posibilidad de lo intersubjetivo, y la posibilidad de hablar sobre algunas verdades comunes a todos, por lo menos la de la existencia de un mundo.

La verdad en el Walten de Heidegger, el mundo en cuanto tal.
Ya no recuerdo si fue en ¿Qué es la Metafísica?, o en Conceptos Fundamentales sobre la Metafísica, donde Heidegger escribió que aquello que nos diferencia del animal, es la posibilidad de conocer el mundo como tal, y en cuanto tal. Esto significa, para el alemán, la posibilidad de lograr la proximidad absoluta con el objeto, entenderlo en su extensión completa. Para Heidegger la diferencia entre el ser humano y el animal está en la razón y en el entendimiento, en describir el objeto, y en llegar a una ‘’verdad’’ sobre el mismo. Todas estas verdades coexisten en el mundo (Walten), y mediante el empleo de la razón adecuada, podríamos llegar a ellas.
Pienso que el de Martin fue un pensamiento preciso, pero tal vez no lo suficientemente noble con la existencia. Si el idealismo niega la verdad por relativista, el pensamiento de Heidegger la determina demasiado. Lleva la generalidad al infinito. Lo más rescatable de esta tesis, que tiene muchas cosas rescatables, es la afirmación de un mundo objetivo.
Las subjetividades son numerosas, y a veces hay tantos argumentos válidos para defender una opinión, como para defender otra, completamente opuesta. Tal vez valga afirmar que existe una verdad absoluta en las ciencias naturales (y la física cuántica está desmintiendo este argumento), pero no lo es así en la vida social. Podemos, sin embargo, creer con toda tranquilidad –al menos por ahora- que todas estas verdades parciales coexisten en el mismo mundo. Existe un lugar donde interactúan todas las verdades. Ese viene a ser dentro del relato de la búsqueda por la verdad, uno de los aportes de Heidegger.

La verdad y las formas jurídicas, Michel Foucault.
Tengo claro, que es un tanto injusto, pasar de entrada a habar sobre Foucault, pues dejo rezagadas demasiadas tesis sobre la verdad, demasiadas verdades, en esta búsqueda por lo real. Excúsenme la concreción. Sin embargo creo que esta tercera tesis sobre la verdad, esboza el panorama necesario para que entremos a definir qué es la posverdad y cómo hemos terminado inmersos en ella. Aunque Genoveva ya lo haya dicho.
En La Verdad y las formas Jurídicas[3], Michel Foucault realiza de forma detallada y completa, una historia exhaustiva sobre el concepto de la Verdad, y cómo llegar a ella al menos en el campo del Derecho Penal. De las primeras dos conferencias, habría que recordar dos cosas: La inmensidad del sujeto en el mundo, da lugar a infinitas interpretaciones del objeto, y a veces algunos sujetos imponen con éxito su visión del mundo a todos los demás. Por lo tanto, la monopolización, y la imposición de una verdad existen. Ya lo dijo La Fontaine en El lobo y el Cordero: ‘’La razón del más fuerte es siempre la mejor’’.
En segundo lugar, podemos dar crédito por lo menos a la existencia de verdades parciales, esto es así porque el sujeto es comunicativo, y la comunicación implica consenso. Incluso si éste llega después de la lucha, como lo recuerda Nietzsche cuando habla sobre la génesis del conocimiento a partir del conflicto.
En nuestra sociedad interactiva existen ciertas verdades comunes que permiten la convivencia; de hecho, existen verdades comunes que determinan la convivencia. Controlar aquello que se entiende por verdad, es por lo tanto una grandísima ventaja en el dominio social, y en el control social. Existen por lo tanto motivos de sobra para querer manipular la verdad.



[1] ESPINOSA, Germán. La Tejedora de Coronas. Punto de Lectura. Bogotá D.C. Colombia. 1982. Primera Ed: 2006. Pp: 415.
[2] DERRIDA Jacques. Seminario La Bestia y el Soberano, volumen 2 (2002-2003), Ed. Buenos Aires.: Galilée, 2008., ISBN: 978-987-500-142-8. 
[3] FOUCAULT, Michel. La Verdad y las Formas jurídicas, conferencias I y II. Disponibles en: http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Foucault_Laverdad.pdf

Carta sobre las verdades. Apología del pensamiento crítico. I Parte. Carta sobre las verdades. Apología del pensamiento crítico. I Parte. Reviewed by Julián on lunes, octubre 16, 2017 Rating: 5

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