Demiurgos de asfalto

DE ELVIZ COCH |

A la pregunta ¿qué es lo estético? Hay tantas respuestas como a la pregunta ¿qué es arte?: todas. 

La búsqueda de la naturaleza de lo bello ha estado atravesada por tantas irregularidades, tantas discontinuidades disfrazadas de su contrario, y tan incontables pretensiones, que después de una vista superficial por lo estético se está ante la impresión de que el tema es  tan poco que no vale la pena preocuparse por ello.

La mayoría de las veces, cuando se nos pregunta por qué algo nos gusta (una película, una pintura, una bolsa movida por el aire) solemos decir una sarta de razones suficientes, lógicas, extrañamente conectadas entre sí, que parecen demostrar cómo lo interesante que hay en una “obra de arte” deviene de una magnificencia pura de la obra, de algo que comparte con el concepto de lo bello. Así, después de hacer una revisión de todas las razones que dimos, encontramos que validan perfectamente nuestro juicio. Es precisamente esta falta de contradicción interna de nuestras reflexiones la que nos demuestra que todo lo dicho fue mentira.

Mentira porque aquello que nos gustó no nos gustó por eso. El placer no suele ser tan refinado (a la manera académica) como para fundamentarse. Cuando nos preguntan por el motivo de nuestro interés nos inventamos esas razones lineales, que no muestran por qué nos gustó sino por qué quisiéramos que nos hubiese gustado.

En definitiva la maquinaria escurridiza con la que generamos nuestra razón nos ha sido útil, pero también nos ha llevado a despreciar muchas expresiones que pudieron generar muchos más sentimientos. Hace poco, discutiendo con un amigo del tema, me dijo que no podemos llegar al extremo de decir que todo es arte, y mi respuesta fue ¿por qué no? Me quedo con esa réplica que aún no considero respondida.

Este escrito no tiene una propuesta. Es un pensamiento a medias.